© Álvaro Rendón Gómez, agosto 2010
Michelangelo Merisi da Caravaggio pinta la “Crucifixión», obra que se halla en la capilla Cerasi, iglesia de Santa María del Popolo, justo en el momento de ser martirizado. Se dice que el apóstol pidió ser crucificado boca abajo, a fin de no morir como Jesús; porque, según la tradición, no creía merecer ese honor. Es por ello que los verdugos le crucificaron al revés, con los pies hacia arriba y la cabeza rozando el suelo.
El Caravaggio aborda la composición con cuatro únicos personajes: Tres esbirros y el santo. Todas son figuras despersonalizadas, tomadas de la calle. Los primeros, con los rostros ocultos, son tres obreros que igual acarrean botas de vino que suben el material de construcción a la obra. Con desgarro y crudeza tiran de las sogas tratando de elevar una pesada cruz donde reposa un anciano sereno, clavado a ella, que dirige su mirada a alguien o algo situado fuera del marco del plano del soporte. Para comprender la dirección de la mirada del primer pontífice romano debe conocerse su ubicación en la capilla Cerasi, donde el cuadro forma pareja con otro “caravaggio” que narra la conversión de San Pablo. En medio de ambos, el altar, iluminado por un tercer cuadro, una Anunciación de la Virgen, pintado por Annibale Carracci. Por ello, la mirada del anciano se dirige al crucifijo del altar. Recordemos aquí, en boca del propio Pedro, el significado del cuadro:
«Conviene, pues, subir a la cruz de Cristo, que es la palabra extendida, una y única, de la que dice el Espíritu: “¿Quién es, pues, Cristo, sino la Palabra, el eco de Dios?”. Así, este madero tieso en el que estoy crucificado es la Palabra; el eco es el travesaño, la naturaleza humana; y el clavo que une por el medio al travesaño con el madero vertical es la conversión y el arrepentimiento del hombre» (Hechos de Pedro 38,1c-5)
San Pedro, crucificado boca abajo, simboliza al hombre tras el pecado. En pecado todo está al revés, el mundo queda suspendido en una irrealidad confusa: lo que está a la derecha se ve a la izquierda y lo de arriba se vuelca y parece estar en el suelo.
La composición tiene forma descarada de cruz griega, cuyos brazos lo conforman los cuerpos de los sayones que se encuentran en los vértices, inferior izquierdo y superior derecho (sentido diagonalizado armónico). El tercer vértice se localiza con el anciano, que siguen la dirección armónica de la diagonal inarmónica. La postura arrodillada del primer sayón señala la dirección de entrada de la línea de lectura que se dirige directamente al rostro del santo, conducida por el fuerte resplandor de la luz cenital sobre sus cuerpos. Después, la vista se posa un instante en el sayón que tira de espaldas. La mirada imposible que mantiene el sayón que sostiene el pie de la cruz, en la zona cuadrangular ARIZ, con el anciano, rechazada por éste que desvía ligeramente el rostro hacia el vértice inferior derecho, permite la salida natural a la línea de lectura.
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Para el doctor Taddei.. La crucificcion de San Pedro de Caravaggio..
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