Tercera carta al alcalde se Sevilla

© Álvaro Rendón Gómez, junio 2010

Excmo Sr. alcalde de Sevilla: ¿Ha observado las veces que se levantan las calles?, ¿ha soportado el ruido que producen los infernales martillos hidráulicos a horas intempestivas junto a las ventanas de los dormitorios; las cubetas llenas de escombros mortificar las aceras arrastrándose por el asfalto y deteniendo impunes e indolentes el tráfico y la libre circulación de viandantes; los montones de adoquines dispersos: los trozos sucios de plástico inundando los portales; las vallas amarillas cortando la libre circulación de cualquier bicho viviente que se les antoje a sus dueños -dogmáticas, xenófogas, insultantes e incívicas-; o las filas de coches aparcados en los pasos de cebra, dejando sólo unos pequeños huecos entre ellos por donde atravesar de una a otra acera?
Le propongo una solución, señor, con todo el respeto que se merece su autoridad (con permiso de su socio). Dado que parece imposible controlar las reiteradas aperturas de “calicatas” en la vía pública (¿?), porque los encargados de ponerse de acuerdo no lo hacen (Telefónica-Imagenio, Emasesa-Endesa, Gas Andalucía-Fenosa, y esos genios de la calicata que pase por ahí y decida agujerear el asfalto; porque, me dará usted la razón, Sevilla es así: caótica y pinturera), que sea el Ayuntamiento que Usted preside (cuando no está su socio) quien las haga. Sería una inmensa y descomunal calicata que circule por todas las calles y callejuelas de nuestra Sevilla (ya sabe, aquello que tanto amamos usted y yo). Tendría la ciudad de patas arriba durante un año, dos o tres y, aunque no se precise en esos momentos, canalice gas, repare el alcantarillado, instale nuevas líneas, coloque mangueras eléctricas… ¡con las comisiones que esto puede generar, seguro que alguien por ahí se jubila! No repare en gastos. Está demostrado por la experiencia de siglos que al mes, o así, de cerrada una zanja se abre de nuevo para otra intervención, y así legislación tras legislación. ¡Con razón los políticos se pelean por «trincar» la concejalía de obras públicas –que no sé porqué la llaman pública, quizás porque se hace en la calle, porque muchas de ellas, de utilidad pública…, hasta poco –. Si le parece demasiado disparatada esta idea, o difícil de financiar a corto, medio o largo plazo, rediseñemos el concepto de “calicatas”, que eso de re-definir, re-nombrar, re-visar y re-diseñar parece que le gusta mucho al partido que le tiene a usted en ese pedestal inútil para la ciudad, y cambiemos su estructura y función, elevemos a la post-modernidad su forma externa, potenciemos el buen gusto y la comodidad ciudadana.
La “calicatas” serían como una alacena de hormigón del largo de la calle, llena de tubos y cables. Sea generoso en esto de colocar tubos. No más estética que una zanja conteniendo arquetas, llaves de paso, mangueras, la fibra óptica del demonio, todos los voltios del mundo y el gas ése que estalla cuando menos se lo piensa uno. En vez de taparlo con tierra, adoquines y /o asfalto, colocaríamos puertas de hierro fundido -pediríamos, para ello, el experto consejo de Marvizón, que tanto bien sigue haciendo a esta ciudad-, para poderse abrir cada dos metros. Entreguemos copia de la llave maestra a cada una de las empresas que gustan de las primigenias y atrasadas zanjas. Cuando necesiten algo no tendrán más que decirle a la cuadrilla de obreros:
– Mañana, abrir en San Mateo…
– ¿Nos llevamos el martillo?
– No seas bruto, Pepe, abre con la llave…
– ¡Vale!
Es lo civilizado. ¿Cuesta mucho ésto, señor…?

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