CHIGÜI, AMIGO DE PEREGIL

© Álvaro Rendón Gómez, agosto 2012

Bienvenidos una noche de viernes más a estas charlas entre amigos que se dan en la sala de lectura del Hotel Los Cántaros. Quisiera agradecer la colaboración en este acto de don Gonzalo Díaz Arbolí, Académico de Santa Cecilia, que leerá los poemas del personaje invitado de esta noche. Un hombre que ha demostrado ser cabal por los cuatro costados, entregado a la causa de superarse día a día y de brindar al Puerto y a los portuenses su bien hacer. Hablamos de don Salvador Cortés Núñez, más conocido como el Chigüi, amigo de Perejil. Yo no sabía a qué razón respondía el que todos los gitanos tuvieran el nombre de pila y un apodo, un alias que emplean con profusión. Dice Salvador que los que tienen apodo viven más porque la Muerte se confunde cuando viene a buscarlos, dudando de si el apodo corresponde o no al nombre de pila. Y mientras lo averigua, el gitano se escapa de morir.

El apodo de Salvador Cortés es “Chigui” que le viene por ser delgado y de nariz alargada, de cigüeña,  el “Chigüeñi”, le decían, que luego, con el uso, se acortó por “Chigüi”. Así ocurrió con su bisabuela, La Pelá y demás parientes, todos longevos y patriarcas de dos grandes sagas gitanas: Los Cortés y los Núñez.

A pesar de nacer por casualidad en La Línea de la Concepción, el Chigui se considera portuense de pura casta, amigo de sus amigos, duro consigo mismo y humilde con los demás (tanto, que al pronunciar su nombre, lo asocia al de su entrañable amigo Perejil, doctor en yo no sé cuántas Universidades, y Consejero en más de una decena de empresas de renombrado prestigio).

Conocí a Salvador Cortés , amigo de Perejil, en un acto de la Fundación Alberti. Había pronunciado una larga conferencia sobre “Geometría Sagrada en la fachada del Sol” (que repetiré el próximo viernes, 24 de agosto, en esta misma sala de lectura de Los Cántaros) y se acercó con esa modestia que lo caracteriza. No sé ahora qué me preguntó, pero enseguida entablamos una conversación sobre los temas que le preocupaban en esos momentos. Lo hallé trascendente y creyente en ese mundo intangible donde viven las almas generosas capaces de ayudar a los vivos, y en un Dios, justo e infinitamente bueno.

Pero, no desbarremos. El Chigüi vivía en la calle Javier de Burgos, en una casa cuyo portal daba a Jesús Cautivo, donde estuvieron las fuerzas del orden y Cándido, un sobrino de Jaime Ostos. Su padre fue camarero de “El Resbaladero”, situado en Micaela Aramburu, donde iban las mejores bocas de la ciudad. Su madre, gitana, vendía telas y sábanas.

Por recomendación de las monjitas del Espíritu Santo que escribieron uns carta de recomendación para los Jesuitas, Salvador estudió en la SAFA (Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia), de donde recuerda que lo querían expulsar, a pesar de ser un buen matemático y un habilidoso mecánico. De aquella época, recuerda con devoción a sus profesores Leonardo Romero Maure y Diego Mora, que certificaron sus conocimientos como “mecanizo fresador”, con los que logró entrar en la Fábrica de Santana en Linares (Jaén).

El trabajo en Santana lo abandonaría voluntariamente para trabajar en el taller de Eduardo Merino, cambiando la moderna tecnología por el taller humilde. Y es que Salvador siempre fue modesto, familiar y aferrado a su patria chica.

Más tarde se entera que una compañía norteamericana, la Raymond International, está buscando especialistas para trabajar en Lagos (Nigeria) reparando máquinas de extracción de petróleo. En las pruebas de la convocatoria celebrada en Madrid queda seleccionado con el número 1, a pesar de la fuerte competencia. Vía Londres, viaja a Tejas (EEUU), donde la propia empresa le dará la formación específica que precisará para el trabajo en Lagos (Nigeria).

Pasaría en el país africano entre 1976 y 1980. Allí, recuerda, concertaban la explotación de un pozo por un año y, a cambio, la multinacional tenía que construir una carretera.

De vuelta a España, le propusieron una buena colocación en la empresa VIPA (Vidrieras Palma). Aquello era una oportunidad para quedarse en El Puerto. Pero, a los dos años, en 1982, la Vidriera cerró. Eran los tiempos en que Ruiz Mateos comenzaba a instaurar la exportación de vinos a granel para ser envasados en origen, con lo que la fabricación de botellas cayó en picado.

Con la indemnización en el bolsillo y más de medio millón de aquellas pesetas que le tocó en la Lotería, Salvador viaja a Málaga y Valencia, donde contactará con mayoristas de ropa. Desde entonces, junto a su mujer, la siempre fiel Juana Cortés Jiménez, se dedica a la venta ambulante. Aún podemos verlos con un puesto en la Placilla que ahora comparten con sus hijos.

Hablemos también de una faceta poco conocida de Salvador: La de poeta y autor de libros; actividad que realiza de manera artesanal, casi dibujando las palabras, rimando con un arte colosal sus grandiosas cuartetas, puras como el aire limpio de lo auténtico…

Y es que Salvador siempre fue un devorador de conocimientos, predispuesto a escuchar pacientemente todo aquello que eleve su formación y conocimientos. Esta desmedida afición por ser instruido la tiene desde joven, pero es con 60 años cuando la afición se convierte en obsesión. Hasta el punto de escribir estas joyas de pensamientos y reflexiones, el fruto maduro de un ser que ha vivido intensamente. En sus libros mezcla la ficción, la parábola y las enseñanza, y deja que el lector sea quien extraiga las conclusiones que le interese en esos momentos. Primero editó “Seis días en el Puerto de María” en el año 2000; luego, “Tres días en El Puerto de María” en 2005; y, el último, no menos jugoso que los dos primeros, “Alma gitana”, hace apenas dos años. De éste, entresacamos esta perla:

«Yo soy el Chigüi estudiado,

«El blasón de mis mayores»

la cultura me la han dado

dos curas forjadores.

En los jesuitas aprendí

el corazón de las letras.

Luego me fui por la vida

ya con la mirada abierta

Gitano lo llevo a gala

gitano de bien he sido,

soy un pájaro con alas

que llegó presto a su nido.»

De “Tres días en El Puerto de María”, un librito que, como todos cuantos ha publicado Chigüi, regala a quien sabe apreciarlos porque «es una manera de devolverle al Puerto lo que El Puerto ha hecho por mí»; vamos a utilizar uno de sus relatos para ilustrar la manera de ver el mundo. Lo titula, “Las mallas de Terry”:

«Cada una de las vecinas ha sacado dos sillas, una para sentarse y otra para ponérsela por delante con el espaldar metido entre las piernas y enganchar con la perilla los hilos de seda color de oro que han de formar la malla.

Lo primero es hacer el gorro, la parte que entra en el gollete de la botella, es la parte más difícil de hacer. Yo todavía no he podido aprenderlo, así que espero a que terminen uno para ayudar haciendo los nudos grandes que son más sencillos. Ellas en la perilla de la silla sujetan seis hilos de seda después de haberlos anudados por las puntas uniéndolos entre si de forma cruzada como si fuera una trenza, de esta forma se va formando el gorro muy compacto. Cuando una de ellas ha terminado el primer gorro, me lo da a mí y yo voy anudando las seis puntas entrelazadas unas con otras para formar los rombos grandes que cubren la botella. Tengo como herramienta, un billete de tren, esto es, un cartón de dos centímetros de ancho por ocho de largo, el ancho del cartón es la medida exacta entre nudo y nudo, de esta manera salen todos los rombos iguales y parejos. Cuando la tengo terminada, se prueba metiéndola en una botella de litro de Terry, se aprieta fuerte por la base y una de las mujeres da el visto bueno. Estas mallas se van uniendo en paquetes de doce para meterlas en una caja de cartón hasta que viene Cressi por ellas».

En “Recuerdos de mi juventud”, habla de su amigo Perejil, con el que vivi una infancia de ensueño. «Éramos dos amigos unidos por los lazos de la juventud –escribe Salvador Cortés–. Una juventud desprendida, sin atisbos de avaricia ni engaño, siempre dispuesta al estudio y al trabajo, y a divertirnos con los escasos recursos que disponíamos entonces.»

HONOR Y GLORIA A LA AMISTAD

Es mi amigo el pastoril

un tesoro de amistad.

Dos nombres unidos van

«El Chigüi y el Perejil».

Lo mismito que un hermano,

en la cuesta de la infancia,

de los peligros mundanos,

Él protegió mi ignorancia

El Perejil es mi amigo,

siempre lo proclamaré,

en la amistad seré fiel

Él siempre lo fue conmigo.

Oro viejo su amistad,

garfios de la vida son,

más duro que el pedernal,

la que formó nuestra unión.

Oigamos, como quien oye los acordes naturales de la “Cantarina fuente de Puertograf” de la que el autor es capaz de componer sonoros versos, qué dice el Chigüi de si mismo: «Nos faltaba tiempo para ir al río –continúa Chigüi su “Relato de Juventud”–, a los puentes, al canillo y la playa. La estación con la llegada y salida de trenes, y el personal tan variopinto que descargaba, desde una novia ataviada para la Iglesia, hasta una bandera de la Legión con sus pertrechos y armas»

LIBERTAD

Un río para lavarme,

un jato para dormir,

un puente para taparme,

y un campo para vivir.

Un camino y una senda,

un puerto donde llegar,

y en el corazón del viento

un sueño de libertad.

Gitano libre soy,

es mi destino el andar,

y en el camino desgrano

el alma de mi cantar.

Sinsabores y desgracias,

persecuciones y huidas,

me van siguiendo los pasos

y cerrando mis heridas.

En cuero y descalzo vivo,

pero nunca miro atrás.

Llevo en las manos grandeza,

y en el alma libertad.

La juventud en «la pescadería con cuatrocientos barcos de pesca los cuales cargaban el jurel, la gamba, etc. Otros traían tiburones, marrajos y atunes. Los peces espadas eran tan grandes que tres o cuatro niños lo amarrábamos con una soga y no podíamos moverlos.»

Esta vida de sacrificios le hicieron duro y frágil como el acero:

AL HIERRO DALE QUEBRANTO

A fuego vivo de fragua,

el hierro se está quemando.

Acodado sobre el yunque

el herrero descansando.

La señora dando fuelle,

el fuego lo está avivando.

Dos querubines celestes

sobre sus pechos colgando.

Caracolillos de nardos,

engarzar rejas floridas,

el gitano está soñando.

Yunque, clavos, martinetes,

fuertes brazos varoniles,

el acero doblegando.

«Por la noche, los cines. Hasta ocho cines ha tenido El Puerto funcionando. Los bailes en el parque, en el Castillito y en el cortijo de la Victoria. Y en los patios de vecinos sábados y domingos celebraciones de bautizos, toma de dichos y casamientos. Faltaba de todo pero sobraba espíritu y ganas de vivir, buscándole felicidad a la vida.»

SOLO PIDO COMPRENSIÓN

Comprensión antes de amor.

Amor, no caridad,

Primero tocar las olas,

después encontrar el mar.

Solo pido comprensión

lo demás vendrá detrás.

Detrás de la tarde viene

la noche con su cantar.

Tengo una forma de ser,

que no la quiero cambiar.

Gitano de sangre verde,

verde sendero de Paz.

Nuestra juventud fue de ensueño, ansiosos de libertad, de pasarlo bien y divertirnos.Actualmente el Perejil es uno de los empresarios más ricos y más importantes del mundo. Su quehacer es el petróleo y se encuentra en Houston, Texas, desde donde lidera los más importantes negocios de sus empresas.

Aquí en El Puerto hay dos amigos muy íntimos de toda la vida. Ellos son tan amigos como lo somos el Perejil y yo, uno se llama Ramón y el otro Azcárate

Azcarate se metió de monje en un monasterio de Cádiz. Todo el mundo lo conoce como el hermano Lego. El otro es Don Ramón y vive en la calle Santa Clara, casi a la vera del Perejil. Este señor también es muy rico, pero es más intelectual que rico, aunque ser intelectual también es una riqueza mayor que la de ser adinerado.

Estos dos señores tan intelectuales cuando vieron al Perejil tan bonito, tan vivaracho, tan lleno de vida, honrado y sincero, y sobretodo gracioso y trabajador, se pusieron de acuerdo los dos para ayudarle y hacer de él un hombre culto y que el día de mañana se hiciera cargo de los negocios que Don Ramón tenía en el norte. Con el tiempo, después de haber estudiado y trasladado a América dirige los destinos del mundo al comandar las empresas petrolíferas que son las que controlan el progreso.»

EL PEREJIL

No te rías del negocio

que no tiene solución…

Y no me pidas dinero

que vengo de polizón

Si el dinero es tu meta

y tu casa su mansión,

vete buscando otro amigo,

que no soy tu salvador.

Como la mojama tieso,

tengo en los pelos carbón,

llevo en los bolsillos viento

y en el alma la ilusión.

Con mi amigo «El Perejil»

vagamos por la estación,

esperando al tren carreta

que nos lleve hasta Morón.

¿Qué es Perejil para un alma tan sensible como la tuya, Salvador? Me supongo que contar con el asesoramiento y entrega de una persona tan versada y docta habrá sido un alivio y una ayuda para ti, ¿verdad, Chigüi?

(La intervención de Salvador Cortés-Chigüi no la recogemos aquí)

Algunas de las cuartetas de “El Chigüi” las han recitado famosos cantantes, gitanos viejos de El Puerto, como Pansequito, condición de la que se siente doblemente orgullosos:

LA BANDERA GITANA

Azul cielo y verde mar,

y en el corazón la rueda…;

son los colores que forman

las luces de mi bandera.

Azul de cielo encendido

azul de perdida estrella,

azul de flor de romero,

azul de pasiones nuevas.

Verdes olivos de plata,

verde las olas del mar,

verde, verde la esperanza

y verde la libertad.

Colores de mi bandera,

que no se muera al cantar.

Que el cielo de los gitanos

florecido está de paz.

Con la rueda de mi carro

escribiré en la pradera:

grandes soles de sonrisas

y lunas de plata llena.

Gitano abanderado,

levanta al cielo el pendón

levántalo con orgullo,

con orgullo ondéalo.

Gitanos del mundo uníos

bajo el mismo blasón,

la bandera azul y verde,

y la rueda del amor.

A este hombre modesto, humilde y grande, le sobran homenajes, monumentos… Gran hablador y mejor consejero; pero no le tienta la vanidad…

VANIDAD

Yo no quiero monumentos,

que griten mi nombre al viento;

a los puntos cardinales

que griten con frenesí:

viva viva, viva el Chigüi

amigo del Perejil.

El Chigüi no se resiste a estar enjaulado, aunque comprende que hay cadenas que pesan más que las de eslabones de acero. Su mujer, a la que ama por encima de todas las cosas, su maravillosa familia que siempre lo arropó, su trabajo como comerciante y viajero en los mercadillos gaditanos. El Chigüi es honrado consigo mismo y con los demás; y por futuro de su vida mantiene una inquebrantable esperanza:

Soy como un pájaro preso

-escribe–

cantando en la soledad;

que es el dolor de la vida

quien nos enseña a cantar.

Es la esperanza la espera

que retrasa su llegar

y la espera desespera,

parece no caminar

Esperando la esperanza,

de puntilla el tiempo pasa

y vivo con la añoranza,

de no dar un paso atrás.

Persiguiendo una quimera,

fantasma de un vendaval,

alargan los días de espera,

la noche acorta mi mal.

En las salinas de nieve,

nacen mil flores de sal,

y un capullo de pié breve,

me está enseñando a esperar.

Siempre se acordó de quien no tuvo: ¡Será porque él pasó lo suyo, primero!

NAUFRAGIO

Una gitana llorando.

Como no sabía rezar,

al Dios de todos los tiempos

le cantaba por soleá.

Toito lo hiciste bien

cuando me enseñaste a andar,

ahora que muero de amor,

ayúdame a caminar.

A las olas de la playa

le cambiaste el cantar.

Las que parece que vienen

esas son las que se van.

Esperando estoy a un hijo,

en la orillita del mar.

Mira que muero de amor

con el alma atravesá.

Mándamelo en las que vienen

o llévame en las que se van.

Pero no me dejes sola

y a él tan solito en el mar.

¿Y su destino? Lo que él quiera…

DESTINO

En la orilla de la mar,

jugaban dos niñas solas:

son las niñas de mis ojos

llorando por ver la aurora.

Es mi vida un caminar

persiguiendo una quimera,

que me acompaña al andar

con la brisa marinera.

Al final del túnel estoy

y la aurora no aparece,

y sigo en la noche oscura

enredado en sus dobleces.

Quise cambiar el destino

y la suerte no se cambia,

llevo el pesar de mi sino

a cuestas desde la infancia.

El Puerto tuvo eminentes personajes, gente que supieron llevarla a un esplendor y una opulencia únicas, pioneros de un ayer que hoy echamos en falta.

Porque agradecemos a las personas que han hecho tanto bien a este Puerto de Santa María, queremos entregarle a Chigüi este pequeño obsequio. Es un recuerdo, Salvador, de esta gente portuense que te quiere y admira. Muchas gracias por ser como eres.

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