Clasificación de las marcas
@ Álvaro Rendón Gómez, Abril 2013
Cuando el investigador se acerca por primera vez a los signos lapidarios cree descubrir en ellos un lenguaje nuevo, contenedor de mensajes esotéricos. Si alguna vez en la Historia de las marcas esto fue así, no tendríamos la menor probabilidad de descifrarlos porque las claves se perdieron hace siglos. Y en el caso de desciframiento con qué podríamos contrastarlo. La salida que nos queda es la de especular sobre los poquísimos datos contrastados que tenemos, adoptar una actitud más creativa e intuitiva en su interpretación y trasladar nuestra mentalidad moderna a la del cantero medieval. Esta propuesta es difícil y, a la vez, arriesgada porque podría llevarnos a soluciones desconcertantes y sin valor. Necesitamos, por tanto, establecer límites a nuestra imaginación y dejar acotadas ciertas reglas básicas.
Uno de estos límites sería consensuar una clasificación que funcione en el mayor número de niveles de lectura. Pero, ¿cuáles serían esos niveles de lectura? Parece obvio que sea la morfología de la marca la que nos llegue antes. Después, a otro nivel, la misma forma sugiere un parecido con algo conocido: natural o abstracto. Por último, el significado de la forma evoca significantes de tipo simbólico que le añadiría
Tres serían los niveles de lectura: Nivel formal, nivel significativo o representativo y nivel figurado o simbólico
• Nivel de lectura formal de una marca
La forma se define como la apariencia de las cosas, y a ella nos referimos cuando hablamos de esos aspectos superficiales diferenciadores de los seres y objetos de la entre sí.. Para captar la forma, el observador compara el percepto visual con los patrones (pattens) archivados en nuestra memoria e, instantáneamente, la reconoce; pero, esta respuesta correspondería a un segundo nivel de lectura.
La forma posee un valor representativo que el cantero utilizaba con muchos significados. Una línea quebrada, por ejemplo, podía representar a una serpiente, una regla articulada o algún tipo de acabado superficial de la piedra. Hoy, cuando vemos la misma línea quebrada, ¿sabríamos qué quiso expresar el cantero con esa forma? ¿Acertamos cuando insistimos en descubrir mensajes trascendentes en lo que podría ser un entretenimiento, un mero juego de señales cotidianos…?
La mayoría de las marcas son dibujos esquemáticos confeccionados sobre estructuras o modelos geométricos, empleando la línea ejecutada con puntero, o rayadas, que tratan de captar la quintaesencia de los seres y objetos de la Naturaleza. Atendiendo sólo al aspecto formal la marca suele ser esquemática, definida por líneas que determinan perfiles, contornos y dintornos (lineas interiores que definen la forma interna); dispuestas geométricamente o como líneas libres. Esta podría ser una primera clasificación de marcas; aunque observamos que la marca no siempre aparece como un grabado ubicado en el centro del paramento (la cara visible del sillar), [ilustración 4.1], sino que se reparte en toda su superficie. ¿Responde la ubicación de la marca a algún planteamiento práctico? Hasta ahora, las marcas aparecen únicamente en dos de las seis caras del bloque pétreo: El anverso visto, y el reverso sólo visto cuando el muro comunica con el interior del edificio. No existen marcas en las caras laterales, en el asiento o lecho y en el sobrelecho, o al menos no hemos tenido la oportunidad de descubrirlas.
Limitando nuestro análisis a la cara vista, las marcas indicarían que fueron confeccionada antes, durante o después de instalar el bloque. Nos servirán, también, para descartar las marcas ejecutadas como actos vandálicos. Así, líneas simples acabadas como ságitas o delimitadas por segmentos, ángulos, puntos, etc., ubicadas próximas a las aristas laterales del sillar son generalmente órdenes de faenas, signos de obra, jerga cantera.
Estos extremos rectos parecen indicar límites de una medida (como las acotaciones de los planos actuales), que señalarían un sillar rasado, sin holguras; cuando los extremos son [>—<) tendrían que estrecharlos de los laterales para que encaje en el hueco; o llevan [<—->) que debe dejarse holgura. Una flecha señalando una cara lateral, que deben revisarse; la marca de las regla de medir que deben revisarse las medidas; etcétera. Asimismo, indicaría el tipo de tratamiento formal que habría que darle: la marca de una escoda, que debe alisarse esa cara; el doble triángulo unido o superpuestos sus vértices, que el sillar debe ir unido al siguiente o al anterior mediante una grapa o rampón; la marca de una llave, que el sillar tiene un saliente que encaja con el siguiente para evitar que se mueva, etcétera,
Las más elaboradas, a pesar de su esquematismo, y que aparecen en el centro del sillar, son marcas de honor, de identidad, firmas de cantero. De este modo, disponemos de cuatro aspectos diferenciales de la marca: Forma geométrica-forma libre / Marca de obra-marca de identidad.
• Nivel de lectura representativa de una marca
Una parte importante de la marca corresponde a su significación, lo que comunicaba a otros canteros y también lo que transmitía al visitante de la obra. Hoy sabemos que los muros permanecieron cubiertos por una buena capa de cal y, por ello, el dejar una huella en el tiempo no pareció motivarles demasiado. Si esto fue así, ¿qué puede importarnos el mensaje que dejaron, si lo hicieron, cuando no iba dirigido a nosotros?
Imaginamos las marcas como un lenguaje de signos para comunicarse entre ellos los miembros de una misma Cofradía, evitando así la injerencia de extraños en la aplicación de determinadas técnicas, pero no tenemos la evidencia porque carecemos de datos. En España daban jergas conocidas, como la pantoja, que aún se utiliza en Cantabria, provenientes de los canteros de Vizcaya; la xiriga asturiana es otra jerga particular, diferente del brin que emplean los caldereros, más parecido al babel. Los canteros gallegos aún emplean una jerga a la que denominan latín dos canteros, según se puede leer en el libro de Adriano García Lomas, «E lenguaje popular de la Cantabria montañesa». Como lenguaje, el juego de señales estaría codificado y, presumiblemente, habría un código para cada Hermandad, común para el aspirante a aprendiz, encargado del trabajo más rudimentario, tanto en la cantera como a pie de obra; para el aprendiz o para el compañero. La diferencia interpretativa sería muy distinta. Así, existirán marcas para comunicarse como saludos, bienvenidas, y expresiones; para recomendar la herramienta idónea según el tipo de faena que debía practicarse en el sillar, etc. De este modo, se facilitaba el intercambio de compañeros, canteros experimentados que iban de una obra a otra mostrando sus habilidades en armar arcos, cerrar bóvedas o levantar muros que sobrepasaban las medidas de seguridad.
De haberse dado, este metalenguaje secreto habría cumplido una doble finalidad: servir para comunicarse órdenes de trabajo, con una finalidad meramente práctica; y exponer gráficamente símbolos que elevaban el significado de las operaciones, contribuyendo a perfeccionarse como persona porque el sillar era el camino interior y los golpes, los pasos que lo elevan de la materia y le descubre la parte divina que existe en todo cuanto le rodea. Dios es omnipresente: Es el triángulo equilátero cuyo centro es un ojo que lo vela todo. Cada piedra se labra con devoción casi mística, lo acerca a Él; obedeciendo ciegamente al oficial y al maestro, humilla y disciplina el cuerpo, liberando la dimensión espiritual que sabe que posee, y dejándola fluir por la Naturaleza hasta mimetizarse con ella. Entonces, se hace copartícipe de la Obra de Dios.
-> Marcas operativas o de obra: Se utilizaban para señalar las piezas previamente dispuestas sobre la montera. Se ejecutaban en la logia o cuarto de trazado. El maestro, y el oficial con el asentador, se auxiliaba de un compañero para ejecutar la marca. El objetivo era establecer un orden y una correcta ubicación de las piezas para que encajaran perfectamente durante el montaje.
Se reconocen porque son líneas simples cuyos extremos acaban en letras (como FR.D, que significa «fronte dextra» o FR.S, «frote sinistra»), cifras de trazado sencillo y libre, puntas de fechas, ángulos, puntos, arcos, etc. También, se destinaban a sillares, remates o dovelas, y explicaban operaciones, como pulido (acabado liso y brillante), flameado (superficie basta o irregular), apomazado (acabado más natural con muela de carborundum) o amolado (superficie basta con la misma muela de carborundum), escafilado (acabado irregular a cincel), cortado (con las huellas del corte), etc. Operaciones que implicaban un sentido moral o espiritual; de manera que el cantero no labraba únicamente el sillar sino que modelaba su carácter, le daba sentido a cada golpe ejecutado, comprendía el sufrimiento de la piedra. Porque, en la mentalidad del hombre medieval, la cuña de madera que sirve para cortan los bloques de piedra son triángulos rectángulos [ilustración 4.2, San Miguel de Escalborou]. El cateto mayor y la hipotenusa penetran en la herida practicada con berbiquí y el mazo golpeaba por el cateto menor. El agua y la dilatación hacían el resto. Otro tipo de cuña, en forma de triángulo Equilátero, tendría la fuerza y resolución que le daba la igualdad entre sus ángulos y servía como grapón de unión o sujeción, [ilustración 4.2, Castillo de Caracena].
En [ilustración 4.2, Catedral de Tortosa] se muestra el signo para doble grapón de unión lateral de sillares. Las piezas que se utilizaban como grapón eran de plomo (que no se oxidaban como el hierro) que encajaban en los huecos practicados por el cantero. Las juntas se tapaban con arena mojada y se vertía plomo derretido. En la [ilustración 4.2, Catedral de Jaca, Monasterio de Gandesa] se muestran representaciones de escuadras y falsas escuadras que señalan los topes donde deben practicarse lo agujeros donde instalar posiblemente grapones o nervios de unión en los lechos y sobre lechos. Ejemplos, como venimos diciendo, de faenas simples que los canteros se transmitían y las que dejaban constancia en la piedra de origen o en la de acabado. Obsérvese en la [ilustración 4.2, Catedral de Tortosa] una indicación de doble escuadrado, un signo que aparece con cierta frecuencia.
Los signos de más abajo son también de escuadrado pero a nivel. Los que muestran la [ilustración 4.2, San Miguel de Escalborou y Catedral de Tortosa] son muy expresivos. En cambio, la simplicidad del signo [ilustración 4.2, Castillo de Caracena] viene a indicarle al cantero asentador que el sillar de la marca es guía: Se debe fijar a los lateras por grapones simples y al superior por un tubo de hierro, centrado y vertical a soga.
El siguiente signo de la [ilustración 4.2, Catedral de Tortosa] muestra la representación esquemática de un gancho para subir sillares. Probablemente el bloque marcado tenga los huecos para el engarce y se lo indica al auxiliar del asentador.
Los siguientes, hallados en la Catedral de Tortosa, son dos faenas que se yuxtaponen. La primera, ordena al cantero un tipo de acabado del lecho del sillar (¿más basto?); en la segunda, el acabado de la superficie ha de ser pulida (¿un sillar que remata una hilera?). Acabados para ambas a soga; es decir, vertical al suelo, conservando la horizontal de las zonas de asiento. Los ejemplos de faenas que se muestran en [ilustración 4.2, San Miguel de Escarborou y Catedral de Tortosa], son orla, ribete o cenefa, los de la primera; o perfiles de molduras, en la segunda. Finalmente, ciertas iniciales simples [W, M, N, S, R, H o C] corresponden a marcas recientes, que señalizan sillares restaurados o sustituidos con posterioridad.
-> Marcas de identidad: Estos signos no deben confundirse como los de grado, que estudiaremos en otro artículo. Estas marcas suelen ser letras, monogramas o anagramas, del nombre del maestro o del oficial, de confección más compleja respetando un proceso geométrico y ubicadas en el centro de la cara vista, o paramento, en el dintel de un vano, en la clave de un arco, en el tambor de un pilar a columna, etc..
El origen de este tipo de marcas puede deberse a “imitaciones” de los escudos de armas de las casas nobiliarias, con las que el maestro cantero se hacía respetar cuando negociaba y firmaba contratos de trabajo. Pues, en la época en que comenzaron a surgir [siglos XI y XII], estos maestros canteros conformaban el tercer estamento de la sociedad medieval y querían figurar como tales. A través de estas marcas se conoce la identidad de aquellos canteros que deambulaban por la geografía hispana. La mayoría de ellas corresponden a marcas personales
, y muy pocas a grupos organizados, al estilo de los Collegia romanos.
En la Iglesia de San Juan de la Peña, [ilustración 4.3], hallamos una curiosa marca que creemos se trata de la representación de un grupo de canteros: Los tres compañeros, formado una piña, cuatro peones y cerrando el grupo el maestro, la línea vertical más alargada.
La del Monasterio de Poblet, también en la [ilustración 4.3], es un anagrama simétrico formado por dos ángulos: el de mayor a menor, representa una D; la de menor a mayor, una C. Junto a esta marca, la de una A que encierra, a la manera monogramática, dos T mayúsculas encontradas y giradas hacia los pies de la letra principal. La disposición más común en este tipo de marcas es la que se dispone de manera que pueda reconocerse con facilidad. En la [ilustración 4.3, Iglesia de San Ramón] se han dispuesto las letras mayúsculas J, F y A.
La primera de las últimas tres marcas,hallada en San Pedro de Arlanza, en Burgos; las otras dos, en San Miguel de Escornalbou, [ilustración 4.3], corresponden a anagramas. El primero, formado por las letras P, girada 180º e invertida para mirar hacia la izquierda, y T, bordeada por segmentos que indicarían que se trata de un maestro cantero de mucho prestigio. Estos extremos indicarían además de que se trata de una letra y no un símbolo, como una cruz latina. La segunda está constituida por las letras M e I. La tercera, finamente, por las letras P, C y T. Obsérvese cómo se ha diferenciado la letra T central del otro significado, una cruz, por la oblicuidad del segmento correspondiente al patibulum.
Se conocen los significados de muchas de las marcas de identidad de estos maestros, porque se han conservado algunos contratos, como el del cantero. Así, en el epitafio del maestro cantero Adams Fiebick en la iglesia de san Cristóbal, en Beslau, Alemania, aparece su marca de honor: La “V” del nombre, en posición vertical, y la “F” del apellido, girada 90º, conformando ambas un anagrama esquemático [ilustración 4.3]
En [ilustración 4.4.A y B] se muestran dos marcas muy parecidas, sólo la diferencian los ángulos centrales de la segunda; pero ambas están constituidas por las letras mayúsculas A (parte inferior) y V (parte superior). Podría tratarse de una misma marca, sólo que la primera correspondería al hijo mayor que la heredó de su padre, maestro cantero; la segunda, sería una variación de la anterior, añadiéndole una brisada o brisura que la hacían diferente.
Para brisar la marca, el maestro cantero emplea lambel, creciente, estrella, mirlo, anillete, flor de lis o, sencillamente, añadiendo un trazo o un conjunto de trazos. Es lo que habría ocurrido con las marcas de esta familia de canteros conocida como los Wincqz: Arnauld (1667) [ilustración 4.4 C], Pierre (1635-1728) [ilustración 4.4 D] y Thomas (1752-1807), [ilustración 4.4 E], consistente en adosar la inicial del nombre.
Por otro lado, en los libros de Obra y Fábrica del año 1463, de la Catedral de Toledo, se aprecia la firma autógrafa de los maestros de obras que intervinieron en la edificación. De este modo, se conocen los significados de las marcas de identidad de Pero Gutiérrez, [ilustración 4.4 G], un Triángulo central en cuyos vértices se adosan otros tres Triángulos; el Diego Alfonso [ilustración 4.4 H], un rombo de cuyos extremos superior e inferior cuelga un Triángulo Equilátero; Antón Martines [ilustración 4.4 I], una letra M en forma de Triángulo Equilátero con línea que cierra la parte superior; Pedro de Utrillo [ilustración 4.4 J], una flecha vertical en cuyo extremo inferior se localiza un Triángulo y en la punta dos Triángulos adosados; Lope de Villalobos [ilustración 4.4 K], una flecha vertical que atraviesa un Triángulo Equilátero en la base de otros dos de cuyos laterales salen dos trazos significativos.
• Nivel de lectura simbólica de una marca
Una de las tareas del oficio artesanal era la de asimilar el conocimiento tradicional, presente en los fenómenos naturales, mediante el trabajo físico. El acercamiento directo del artesano a la materia prima desarrollaba en él cierta capacidad para transformarla en objetos artísticos. Merced a esta devoción por el trabajo bien hecho, la artesanía se convertía en Arte, y éste servía de vehículo vital de comunicación con fuerzas psíquicas y espirituales difíciles de transmitir, bien porque fueran vivencias íntimas, bien porque estaban enfrentadas a la corriente de pensamiento aceptado por la Iglesia de Roma.
Son fáciles de reconocer porque emplean recursos gráficos comunes, como cruces (cristianas, latinas, griegas, egipcias, etc.); así como crismones (de muchos tipos, incluso esquemáticos que asemejan chispas o estrellas de seis o de ocho partes), el sello de David o hexagrama, el anillo de Salomón o pentalfa, el laberinto, la espiral… También usaban figuras de animales especialmente benefactores, como la oca, mirlo, paloma, tórtola, etc.; hojas vegetales, flores, etc.; objetos de uso cotidiano, herramientas de cualquier oficio, etc.; así como elementos geométricos (paralelas, perpendiculares -que se confunden con cruces griegas–, círculos, triángulos, cuadrados e, incluso, trazados complejos para demostrar el conocimiento de las proporciones -raíces cuadradas, sección áurea, número π, rectificación de la Circunferencia, etc.-)
Podemos hallar muchas marcas que pueden agruparse en este tipo de epígrafe; en realidad, cualquier marca, por el hecho de ser representaciones esquemáticas de seres, objetos y signos, cuyas virtudes y quintaesencia, siempre tiene carga simbólica; a veces, no intencionado sino más bien sugerido. Es difícil para un investigador no ver en una marca con forma circular, toda la carga simbólica del círculo, el huevo cósmico que contiene en germen, lo que se desarrolla dentro; el límite entre lo externo, alejado de la verdad guardada en el interior, y los iniciados de dentro, donde el centro es estático, origen y germen, al que Proclo de Alejandría decía que «todos los puntos del círculo están en el centro, que es su principio y final».
Consideraremos, entonces, como marcas con contenidos simbólicos, las que reconocemos como tales y que se refieren a uno de estos tres grupos: Símbolos cristianos (referidos exclusivamente a los del Cristianismo), Símbolos religiosos (referidos a los de cualquier otra disciplina de pensamiento espiritual) y los Símbolos puros (seres y objetos).
-> Símbolos cristianos: El cantero medieval es fiel a un conocimiento tradicional heredado y presente en su misma naturaleza viviente. Este conocimiento posee principios transcendentes revelados que han regido toda civilización. Y, de la misma manera intuitiva y libre a como ha quedado prendado de él, lo expresa. Su transmisión velada posee rango sagrado, esotérico, capaz de impregnar la mente y la sensibilidad del cantero.
Mencionar “todos” los símbolos cristianos se nos antoja fuera de lugar. Los más conocidos, como el pez, lábaro, crismón, rosa, paloma, cordero místico, ancla, la rosa… ¡y la cruz! Latina, Griega, de San Pedro (invertida), de Jerusalén, Templaria, de San Juan, bautismal o crismón esquemático, etc. Debian cumplir una función de identificación del edificio, de bienvenida al peregrino o de veneración del cantero que demostraba así sus creencias al donante. En la [ilustración 4.5] se exponen algunas de las más características halladas a lo largo de la geografía patria.
-> Símbolos religiosos: Los dinteles de piedra presentan inclinación hacia el exterior, de manera que se compensen unas en otras y equilibren la tensión generada por el peso. Estas piedras especiales reciben el nombre de dovelas y son las utilizadas para cubrir vanos. Son labras muy especiales, no exentas de peligros, al igual que las piedras de remate y vierteaguas. A veces, la piedra se suelta de la pinza y cae al suelo rompiéndose; o durante la labra se malogra o el maestro la rechazaba porque no asentaba bien. Para evitar estos incidentes, los canteros marcaban estas piedras con signos que infundieran el halo protector necesario que ahuyentara a los malos espíritus.
La mentalidad del cantero era propensa a creer en estos conjuros gráficos que alejaban las fuerzas negativas lanzadas por brujos y hechiceros. Estas marcas son, generalmente, figuras de devoción y meditación; que indicaban un acontecimiento relevante como la fecha de comienzo o finalización de la obra.
En la [ilustración 4.6] se han expuesto algunas de las marcas más características; donde destaca la figura de la cruz cristiana de extremos lisos [Iglesia de San Miguel de Escornalbou], con entrantes [Monasterio de Poblet] o de estrella de estilo mozárabe [Castillo de Almodóvar].
El hexagrama, o hexágono estrellado de seis puntas, es un símbolo geométrico de gran repercusión en la Edad Media donde el estudio y desarrollo de la Cábala se extendió mucho entre la población judía que huía de las invasiones islámicas, [Monasterio de Poblet, entre otros edificios, donde el hexagrama aparece grabado]. Todos los símbolos derivados de la misma son susceptibles de quedar inscritos en un círculo, reflejo de la esfera cósmica y del equilibrio cristalino estático que representan los polígonos: Pentagrama para el Hombre; Decágono estrellado, para el Cosmos; Hexagrama o sello de Salomón, símbolo de la materia no organizada, Natura naturata; etcétera.
«Cuando el Misterioso de los Misteriosos deseó manifestarse, produjo un punto, que se convirtió en Pensamiento. En este Pensamiento grabó figuras innumerables y, por fin, la obra de maravilla, salida de lo mejor del Pensamiento. La llamaron Mi (¿Quién?), origen de la obra creada e increada. Luego, a su vez, Mi quiso manifes- tarse. Y creó a Eleh, que completó su nombre (Eleh-Mi, Elohim)
El pentalfa, o sello de Salomón [Iglesia de San Ramón], empleado por los Templarios como signo de identidad, es un pentágono estrellado que se asienta sobre dos vértices. Se usó como amuleto de protección personal y para proteger ventanas y puertas. En las gestas artúricas, el pentagrama está presente en el relato por referencias del caballero Gawain, a veces orgulloso y mundano, aunque de intenciones puras que, durante la bús- queda del Grial, es incapaz de recurrir a la gracia de dios para percatarse de sus errores. Nos ha dejado un párrafo donde destaca la opinión que se tenía del Pentagrama en aquella época:
Y pienso para decirlo, aunque demoro por lo tanto,
Por qué el Pentagrama es apropiado a este príncipe de caballeros. Es un símbolo que Salomón concibió una vez
Para presagiar la verdad santa, por su derecho intrínseco,
Es una figura que tiene cinco puntos,
Y cada línea se superpone y es cerrada con otro;
Y es interminable por todas partes, y el inglés lo llama,
En total la tierra, yo oigo, el Nudo Interminable.
-> Símbolos: En este apartado nos referiremos a las marcas con significado dado por la forma adopta. Su significado es, por tanto, es en parte sugerido y en parte interpretativo. La diferencia con lo símbolos anteriores, que eran pictografías con significado propio, la mayoría de las marcas que no son funcionales o identificativas, sugieren otras asociaciones cognoscitivas.
Intuimos que las marcas, incluso la más simple y sencilla, poseían un valor simbólico de indudable transcendencia tanto para los canteros que las ejecutaban como para los peregrinos que visitaban Iglesias y Monasterios de tránsito. Si en un momento de la evolución del compañerismo hubo hermandades y gremios en los que se asociaban para darse protección frente a las políticas recaudatorias de los gobernantes, es cierto que las reglas de funcionamiento y los códigos sociales y morales las guardaron tan celosamente que ni siquiera ha trascendido sus significados. Cuanto podamos añadir seguirán siendo hipótesis e intuiciones imposibles de constatar con la escasísima documentación que se tiene, a pesar de la extensa bibliografía publicada en los últimos dos siglos, sobre todo a partir de Studien ubre Steinmetz-Zeichen, de Franz Rziha, que data de 1883.
¿Qué significado darían al Círculo, por ejemplo, [ilustración 4.7, Monasterio de Poblet], diferente al aceptado en la época? Para Juan Escoto, el Círculo es el Unus Mundus, el universo único preestablecido en Dios, creado o manifestado, desde el momento en que Dios existe en él.
«Dios se crea a sí mismo al crear a los seres.»
El Arquetypus Mundus, la idea de mundo en el espíritu de Dios, en cambio, es el Universo preexistente, la piedra filosofal; porque Dios creó al mundo mediante el número, la medida y el peso, identificándolo a un orden matemático: Dios es Geometría. Así, cuando se combinan ambas marcas (un círculo atravesado por una cruz centralizada) sugiere la imagen de la uniformidad, perfección, homogeneidad, integridad, inmutabilidad, divinidad, mundo, cosmos… Pero hemos analizado marcas en las que esas dos líneas perpendiculares entre sí, adquiere el significado de “cristianismo”, de fe en Jesucristo, en sacrificio cruento, en supremo sacrificio… ¿Qué significará, entonces, cuando ese equilibrio que conforman las cuatro direcciones del mundo, que orientan al Círculo, se desplazan? El caos, lo imperfecto, el mundo material…
Por medio de los símbolos accedemos a un conocimiento íntimo y profundo de los seres y objetos del universo. Conocer nuestro yo interno a través de las cosas manadas de Dios, es contactar con nuestro centro, con nuestra realidad integral. De ahí que el símbolo sea un medio para llegar a la abstracción de la simplicidad que radica en todo lo viviente y animado.
El Cuadrado es la materia, el Universo creado, el mundo estable y símbolo de lo sólido. Cuando se divide en cuatro partes iguales por la confluencia de sus medianas, representa a los cuatro espacios del templo, las cuatro partes de las plantas (raíz, tallo, ramas y hojas), las cuatro especies de animales, los cuatro vientos, las cuatro direcciones del espacio y los cuatro elementos (agua, tierra, aire y fuego).
Los puntos interiores de los polígonos, teóricos o marcados con punteros o berbiquíes, representan el santo centro. Los peregrinos que hacían el camino, siguiendo el laberinto de la vida, llegaban al templo y daban vueltas alrededor del centro marcado (la figura del santo, objeto sagrado, etc.) el laberinto era un símbolo asociado a la Madre Tierra, representada por la Virgen Negra, ello se correspondía con el conocido ritual muerte- resurrección de los iniciados, y para los gremios medievales, recordaba su parentesco con Dédalo, el maestro de obras del palacio de Cnossos de Creta que, según la tradición y la leyenda, había creado la danza ritual e iniciática a través de la cual se recorría dicho laberinto
La marca en espiral representa al oficio de constructor y eslos Maestros constructores adoptaron la espiral o la concha de caracol representativa de su oficio para simbolizar su recorrido, calculado, medido, lento pero seguro y cuyo rastro apenas visible (el del conocimiento) era solamente conocido por aquellos que pertenecían a su propio gremio. Por ello podemos contemplar en raras ocasiones a pequeños seres, a gnomos, montados encima de un caracol por ejemplo en la Catedral de León, en el Monasterio de San Juan de la Peña. el compañero llega lentamente a su destino final, recorriendo su propio laberinto interior en el que le amenaza el minotauro de sus imperfecciones y cuyos conocimientos (el hilo de Ariadna), le permitirá vencer y tener acceso a la trascendencia. Cada uno de los laberintos medievales poseían características diferentes que le conferían su propia personalidad, pero siempre relacionados con la vía iniciática.
A veces, la marca esquematiza los contornos de un ave que nos recuerda al ibis egipcio, símbolo de la prosperidad porque su regreso coincidía con las crecidas del Nilo. Se alimentaba de huevos de cocodrilo y los egipcios destruían sus nidos porque tras la crecida llegada la sequía [ilustración 4.7, Santa María de Veruela]. En otras, es esa especie de casa, torpemente ejecutada, que recuerda la cabina de un montacarga. ¿Quisieron expresar con esta marca la elevación del espíritu a través del trabajo físico, o los vaivenes de la vida que tan pronto se está arriba como se baja, simple sobre [ilustración 4.7, Castillo de Valderrobres]? Jamás lo sabremos.
La misma respuesta interpretativa, como venimos enunciando, para cientos de marcas que parecen representar seres, objetos, etc. y que ocultan sus significados. El gorro de bufón [ilustración 4.7, San Juan de la Peña], el bastón de maestro [ilustración 4.7, Santa María en Montblanc], las tenazas-ganchos para elevar los bloques de piedra [ilustración 4.7, Catedral de Tortosa], alicates o tenazas de boca ancha [ilustración 4.7, San Juan de la Peña] o una lanza ornada [ilustración 4.7, Santa María en Montblanc], ¿qué significado esconden?
Clasificación de marcas
Del mismo modo que la marca posee tres niveles de lectura, su clasificación debería contemplar tres jerarquías que atendieran al aspecto formal de la misma, a su representación o significación y a su función en el contexto de la obra constructiva. Tres jerarquías imbricadas entre ellas; de manera que la forma implique un significado y este contenido funcional del mismo. primera abra la segunda y ésta el último.
Cada una de estas jerarquías o troncos clasificatorios se desarrollan independientemente. En el aspecto formal, lo primero que nos llama la atención es que el aspecto de la marca puede poseer una factura geométrica o natural. Es decir, poseer una estructura de confección reglada o carecer de la misma. De igual manera, el significado de la forma puede ser sígnico, por su valor como grafía o cifra convencional, que no tiene parecido con la realidad, natural o mental; o simbólica, cuando lo representado se toma como arquetipo de una realidad natural o inventada. En cuanto a la función de la marca, ya hemos mencionado dos tipos: Marcas de Honor o de identidad del cantero, y marcas de obra. En el gráfico siguiente se muestra el modo de relacionarse las diferentes jerarquías clasificatorias de los signos.
Desarollemos, a continuación cada una de estas categorías, a fin de que el investigador posea la herramienta taxonómica precisa. Las formas geométricas pueden ser, a su vez, simples y compuestass. A las primeras se reconocen porque son formas únicas, que poseen un contorno regular (Circulo, Triángulo, Cuadrado, Polígono) que encierra en su interior formas simples como puntos, rectas o curvas. A veces, estos contornos son convexos; es decir, todos los ángulos interiores son mayores de 60°. Las formas cerradas cóncavas poseen algún ángulo interior menor a 60°. Las formas abiertas, en cambio, son combinaciones binarias de formas cerradas, relacionadas entre sí por líneas; es decir, de forma convexa con forma convexa (Círculo con Cuadrado, por ejemplo), de forma convexa con forma estrellada (Círculo con Cruz, por ejemplo), o de forma estrellada con forma estrellada (Cruz griega con Cruz latina, por ejemplo)
• Conclusiones
¿Deberían incluirse como marcas de canteros las monteras, trazadas a escala natural, de replanteos o líneas de referencias verticales y horizontales de los diferentes elementos arquitectónicos. Estas marcas se ejecutaban en el suelo, sobre una retorna de yeso seco, en los cuartos de trazado o logias, confeccionadas por el maestro de obra. Ante cualquier duda, el oficial se acercaba al «plano» y media o confeccionaba una plantilla que entregaba al compañero para que a su vez ilustrara al aprendiz.
¿Sería sensato incluir en esta investigación sobre marcas los epigramas, petroglifos o cualquier otra inscripción sobre piedra?
Se ha señalado que, en general, las marcas se ubican en una determinada zona del paramento y que este detalle podría indicarnos su posible función: identidad, operativa, etc. Hemos observado, no obstante, que según sea una marca grabada en el exterior o el interior del edificio también condiciona su función. Es difícil hallar una marca operativa, o de obra, en el interior, donde abundan firmas y marcas de identidad.
Queda mucho trabajo por delante. Necesitamos Cazadores de marcas, cámaras de foto en ristre y dispuestos a captar esa imagen rara de marca que luego los analistas geométricos se rompan la cabeza descifrando su estructura. Ambos aportarán datos morfológicos precisos para descubrir sus significados y posibles funciones.
El investigador de marcas debe desmitificar al cantero como portador de fórmulas geométricas desconocidas, con capacidad para dominar contenidos místicos por encima de lo que es práctico y cotidiano. Falta por contrastar fehacientemente el número de marcas que ponen de relieve el número de oro, secciones áureas, razones geométricas complejas, trazados singulares o conclusiones astronómicas que se han descubierto recientemente. Aunque existen marcas donde se contacta claramente estas fórmulas geométricas, habría que concretarse a qué período histórico corresponden y si son marcas canteros o marcas mandadas grabar por alguna razón que hoy ignoramos. El futuro es apasionante.