© Álvaro Rendón Gómez
La Esperanza, el Amor y la Belleza vencen al tiempo. La escena narra la batalla incruenta del Amor, simbolizado por el angelito del centro, sujeto a una de las alas del Tiempo, el anciano derribado en el suelo. La Belleza está coronada con perlas y lo amenaza con una lanza que porta en la mano derecha; mientras, con la otra tiene asido un puñado de cabellos del viejo que se defiende sujetando el blanquísimo brazo. La Esperanza, coronada de flores, ríe mientras muestra un garfio con el que pretende atacarlo. El Teimpo la maenaza con la mirada, pero apenas puede moverse del suelo, apoyado en su reloj de arena, sentado sobre la guadaña de la muerte y rodeado de las plumas arrancadas de sus alas.
La composición es un puro movimiento de contrapuestos, formando un círculo central que las miradas corroboran. Predominan las diagonales; así como, los colores vivos, la luz y la agitación de cada gesto. El recorrido empleado se conoce como enlace débil desde abajo. En las composiciones de estilo barroco, el artista trata de enfrentar fuerzas contrarias para lograr efectos dinámicos en el cuadro. El artista ha dirigido contra el Tiempo, todas las miradas; la dirección de los troncos de los árboles, la lanza de la Belleza, el garfio de la Esperanza, las plumas e, incluso, la línea de horizonte, al fondo de la escena. Siguiendo una primera lectura superficial y no dibujada, lo primero que encuentra la vista es al anciano, pidiendo clemencia a la Esperanza, sin percatarse de la lanza que porta la Belleza.
Una segunda lectura, de recreación de la obra, la línea de lectura entraría por el lado inferior, muy próximo al vértice inferior derecho. Atraída por la mano ejecutora de la Esperanza que, mientras amenaza con el garfio, señala al cielo y conjura a todos los elementos. Después, repasa la actitud del Amor, continúa por el brazo que agarra los pelos y termina en la lanza que dará muerte definitivamente al anciano, ajeno al peligro fatal.
Obsérvese que los tres elementos de máxima atracción visual, las cabezas de las atacantes. El artista logra cautivar la vista del espectador y convencerlo de que el protagonista de la obra es el anciano, el Tiempo, dirigiendo contra él todas las líneas compositivas, con independencia de la lectura que elija.
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